martes, 8 de noviembre de 2011

Tosco y el peronismo. Apuntes para el debate(II)

Como decíamos acá, la concepción etapista de Tosco lo llevó a buscar “alas de avanzada” dentro de los partidos patronales. Se proponía incluir a la izquierda peronista en su proyecto de “Unidad popular”.
Silvia Licht dice “Perón no genera en Agustín la menor simpatía. Sin embargo, el lucifuercista brega por la unidad con la mayoría de los trabajadores (…) reconoce en las bases peronistas un potencial revolucionario que les permitiría, sin forzar su identidad, forjar el camino hacia una sociedad socialista” (Pág. 162, negritas nuestras)
En las cartas a Susana Funes se ve que no hay, ni por asomo, confianza en “el General”. Hagamos un recorrido corto: Julio de 1971, “el avance popular y revolucionario no para. Aquí el freno mayor está dado indudablemente por los participacionistas, dialoguistas y su gran jefe exiliado. Pero ya desaparecerá ese freno que tanto embroma”. Marzo del 72: “Toda la ofensiva del régimen para eliminar a la oposición está en pleno acuerdo con Perón. Así pasó con mi prisión, con SITRAC, SITRAM…”. En otra carta del mismo mes plantea “veremos que opina el de Madrid, que está en el gran pacto con Frondizi y Lanusse”.

Más claro…imposible.

La visión de Tosco era correcta. Lejos de volver para llevar adelante la “Patria Socialista”, Perón retornaba a la Argentina para intentar desactivar el proceso revolucionario en curso desde el Cordobazo.
Rucci dijo “Perón se fue del país para evitar un baño de sangre; y fíjese como se escribe la historia: tiene que volver al país para evitarle un baño de sangre”.
Pero alguna cuota de sangre era necesaria. Había que liquidar a los sectores de vanguardia que podían socavar el control del líder y la burocracia sindical peronista. De esa necesidad surgieron la Triple A, el Navarrazo y la reforma del Código Penal.
Señalan Ruth Werner y Facundo Aguirre “el regreso de Perón no debía cumplir (…) el viejo papel integrador de la clase obrera al estado que tuviera en sus orígenes, sino un rol a la medida de los intereses del capital nacional, de ataque a los trabajadores, de negociación con el imperialismo y de restablecimiento del orden y la “unidad nacional” para pacificar al país”.
La vuelta de Perón fue preparada con la llamada “primavera camporista”, pero el giro político hacia la derecha se inicia con la masacre de Ezeiza. A partir de ese momento, el peronismo en el poder golpeará sobre su propia izquierda y sobre la vanguardia obrera y juvenil para impedir que se conviertan en referentes ante las masas.

El candidato que no fue

Pero Tosco apoya en las elecciones de marzo del 73 a la fórmula del FREJULI en Córdoba. “Nosotros damos nuestra identificación-y la doy personalmente- con la fórmula Obregón Cano-López, porque queremos ser consecuentes con una línea de unidad combativa que ha sido práctica en la CGT de la cuál es secretario general el compañero Atilio López, del peronismo y del sector combativo, como también de otros sectores de izquierda (…) en cuanto al orden nacional no tenemos el mismo concepto por la propia composición del FREJULI, por la presencia de Solano Lima, por lo que significa Frondizi…”( La clase revolucionaria…Pág. 197).
Al mismo tiempo que llama a votar por el FREJULI en Córdoba, se niega a aceptar el ofrecimiento de diversas organizaciones (como el PST y el PRT) para ser candidato a presidente en las elecciones de marzo y octubre de aquel año.
De esta manera se niega a levantar la bandera de una alternativa política de la clase trabajadora, independiente de todo sector patronal. En lugar de aportar a forjar una corriente independiente de vanguardia por fuera del peronismo, que intentara dialogar con las expectativas de las masas en el gobierno y buscara desenmascarar la política contrarrevolucionaria de Perón, Tosco colaboró en el reforzamiento de las ilusiones de masas en “el General” al negarse a aparecer como alternativa política.
Diversos autores señalan que su identificación con la política del PC tuvo un peso central en esta decisión. Ruth Werner y Facundo Aguirre afirman que “La política del PST se basaba en una corriente objetiva, impulsada incluso por otras organizaciones de izquierda como el PRT-ERP, que aspiraba oponer a la casi indiscutible figura de Perón una alternativa obrera encarnada en el lucifuercista cordobés (…) Tosco, cercano al PC, declinó el ofrecimiento del PST (otro tanto haría con el mismo ofrecimiento por parte del FAS)” (Pág. 384-385)
Brennan afirma que “Tosco declinó la postulación, seguro de la imprudencia y de los efectos perniciosos que probablemente tendría sobre el movimiento de los trabajadores disidentes una oposición política a Perón. Su análisis también tenía que ver con el poco entusiasmo que la idea despertó en la Alianza Popular Revolucionaria, una coalición de partidos de izquierda dominada por el PC que apoyaba la candidatura de Perón” (El Cordobazo…Pág. 323)

Hacia la “teoría del cerco”

A pesar de las críticas correctas al Pacto Social y la derecha peronista, Tosco no denunciará abiertamente a Perón. Nos atrevemos a afirmar que terminó adhiriendo a una especie de “teoría del cerco” para no romper puentes con la izquierda peronista.
En abril del 74, en el Plenario de Gremios combativos convocado por el MSB dirá este gobierno copado y hegemonizado cada vez más por las fuerzas contrarrevolucionarias de la derecha está reprimiendo a los obreros y militantes revolucionarios que luchan (…) Lo que pasa compañeros peronistas, es que hay una ofensiva contrarrevolucionaria de derecha a la cuál es sensible el General, haciendo lo que quieren los que mandan, los Otero, los López Rega, los Llambí y todo cuanto reaccionario están anidados en el gobierno denominado popular(Cuadernos de Información Popular)
Este intento de presentar a Perón como “dirigido” por López Rega se expresará también alrededor del balance del Navarrazo, cuando sostenga lo que el gobierno central no entiende es que apoyando a Navarro está dando carta blanca a muchos “navarros” que en el día de mañana no van a alzarse ya contra un gobernador sino, precisamente, contra el mismo presidente”. (La clase revolucionaria…Pág. 277)
Como ya hemos señalado en otra parte, Perón impulsó el derrocamiento de Obregón Cano y Atilio López para luego designar un interventor federal e iniciar un período de ataques permanentes contra las organizaciones combativas del movimiento obrero cordobés. Comprendía perfectamente lo que ocurría en Córdoba y era uno de los artífices de esa situación.
En el período que va desde el inicio de la apertura electoral hasta la muerte de Perón, Tosco no se diferenciará claramente del viejo general. Atacar a Perón es atacar a los trabajadores en su apreciación. Esto permite la posibilidad de que Perón se consolide como la única opción política para los trabajadores, recreando la crisis que llevó al final del primer peronismo. Una clase obrera que depende, para la solución de sus reclamos, de las buenas gestiones de un militar al frente del estado burgués.
Por otro lado, esta lógica política de Tosco terminará llevando a un callejón sin salida al sindicalismo combativo sobre el que influenciaba. Como veremos en el post siguiente, los proyectos a los cuales apostó en el movimiento obrero terminaron en fracasos.

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