lunes, 20 de mayo de 2013

El “fantasma del trotskismo” y la huelga de la COB (o sobre las límites del gobierno de Evo Morales)




Eduardo Castilla

Hace más de 150 años Marx y Engels empezaban su célebre Manifiesto invocando al fantasma del comunismo que recorría Europa y asustaba desde el Zar hasta Guizot, pasando por Metternich entre otros. Hoy podría decirse que el fantasma del trotskismo asusta, una vez más, a los gobiernos que emergieron en América Latina tras la crisis del neoliberalismo. Ese fantasma y no otro, es el que invocó hoy, en su discurso en Cochabamba, el vicepresidente García Linera, cuando acusó a la dirigencia trotskista de tocar las puertas de los cuarteles “para promover golpe de Estado”. Extraña acusación viniendo del gobierno que puso en funciones en la embajada de Argentina a un militar que estuvo durante más de 30 años al servicio de la fuerza aérea, es decir que pasó por los gobiernos de Sánchez de Lozada y Carlos Mesa entre otros. Extraña afirmación viniendo de un gobierno que garantiza a las fuerzas represivas cobrar el 100% de jubilación, no así a los trabajadores.
La acusación de golpista hacia el trotskismo no es nueva ni original. En la Argentina varias veces, bajo los gobiernos de Néstor y Cristina, Aníbal Fernández, un inefable especialista en el macartismo local, se convirtió en especialista de acusar a dirigentes trotskistas de incendiar formaciones de trenes o destruir las estaciones. La demonización del trotskismo es un recurso fácil para gobiernos que tienen que enfrentar la emergencia de la bronca popular por sus enormes límites para dar solución duradera a problemas profundos que viven las masas.

Los límites del gobierno de Evo

Quedan en evidencia, como ocurre en Argentina y en Venezuela a distintos niveles, los límites económicos y sociales de los gobiernos posneoliberales. Gobiernos que emergieron para canalizar el enorme ascenso de masas de principios de este siglo y el descontento con los partidos patronales que habían implementado los planes ideados por el FMI y el capital financiero internacional.
En Argentina, el fin del “nunca menos” se expresa crecientemente en los techos a las paritarias, el “blanqueo” de dólares para los especuladores y una política de no tocar los intereses de los grandes capitalistas. En Venezuela, el gobierno de Maduro llevó adelante dos devaluaciones de la moneda desde fines del año pasado. Una parte del caudal electoral que se trasladó a Capriles es el resultado de esa política que tiene poco de socialista y mucho de burguesa.
Las movilizaciones en Bolivia están evidenciando los límites del gobierno de Evo para tocar aspectos del andamiaje estructural del país. La ley de pensiones que propone no toca el nudo del sistema implementado por Sánchez de Lozada en 1997, no modifica los miserables aportes patronales (que están en el 3%) ni la base individual del sistema. El gobierno se niega a tocar los intereses de los capitalistas. Aquí se señala que “si los patrones y el Estado aportaran al menos 6% y 2%, respectivamente, todos podrían jubilarse con el 100% de su salario”
Otro ejemplo brutal lo ponen los mismos “defensores” del “capitalismo andino-amazónico”. Como se afirma en esta nota (completamente imparcial y llena de suspicacias contra la COB y las organizaciones obreras) “en Bolivia existe un trabajo informal del 75%, según informó el propio ministro de Economía”. No está de más recordar que Evo pelea por ser electo por tercera vez en 2014. Es decir, el altísimo nivel de precarización laboral (o informalidad) no puede ser atribuido a la “herencia neoliberal”.

Un “fantasma” con cierta carnadura

Las acusaciones contra el trotskismo y sus alianzas con la derecha no son nuevas en la historia de la lucha de clases. El arsenal estalinista ha dado sobradas muestras de proveer este tipo de calumnias y acusaciones. El maoísmo (un estalinismo de segunda época) no dejó de lado este tipo de acusaciones. La “tradición” maoísta de García Linera posiblemente colaboró en las declaraciones de esta tarde.   
Pero el “fantasma del trotskismo” tiene sus raíces en la lucha independiente de clase obrera. El fantasma es la clase obrera movilizada, superando los límites que quieren imponerle gobiernos nacionalistas burgueses que, más allá de su retórica populista, defienden los intereses de clase de los capitalistas. El trotskismo es el “fantasma” de la clase obrera actuando de manera independiente de las burocracias sindicales, que hacen lo imposible por regimentar su acción o limitarla al plano de las demandas corporativas.  
Algo de ese fantasma se está viendo en las calles de Bolivia. Como se señala acá “también se está produciendo un fenómeno nuevo, que no se daba ni siquiera en la época de los levantamientos nacionales del 2000-2005, como ser la huelga y el paro de labores en las fábricas y en algunas empresas de servicios. El ejemplo lo dio Huanuni con una huelga que está afectando a la COMIBOL (Corporación Minera de Bolivia), además de ser un poderoso ejemplo para el resto de los trabajadores del país”. La enorme huelga de la COB tiene entre su vanguardia a los mineros como se señalamos acá y a los integrantes del Magisterio que hoy lunes, se movilizaron a pesar de la política de la dirección de la COB de intentar negociar sin acciones.
Por su parte, Evo convocó a las movilizaciones de sus bases de campesinos  y pueblos originarios. Movilizaciones que esta tarde llenaron las plazas de Cochabamba y La Paz entre otras ciudades, poniendo de manifiesto una política gubernamental de utilizar a las organizaciones campesinas contra las acciones obreras. El pretendido “golpismo” que enarbola la dirección del MAS es una maniobra para impedir el desarrollo de la lucha obrera y para no tocar las ganancias de las grandes empresas. La consecuencia de la negativa a tocar el interés de los capitalistas es una política potencialmente fratricida, de peleas entre sectores oprimidos y explotados como los campesinos y los trabajadores, como se vio hace pocos días en Potosí.
Quiénes acusan el pretendido “golpismo” de la COB se niegan a ver que es precisamente esta negativa a tocar los intereses de la clase capitalista lo que abre el camino al desarrollo de sectores que puedan atacar abiertamente la movilización social y las medidas de lucha. La misma declaración del paro como ilegal, que realizó el gobierno el fin de semana, abre las puertas a despidos de trabajadores por parte de los capitalistas.
Precisamente sólo una salida desde el programa del trotskismo, que rompa abiertamente las ataduras del país al capital, tanto extranjero como nacional, podrá poner el conjunto de los recursos de la nación en función de dar salida a los problemas profundos de las masas obreras y populares. Si el “fantasma” del trotskismo logra hacerse plenamente carne, en una organización revolucionaria que sea capaz de pelear por la conquista del poder y la revolución socialista, será posible retomar y finalizar las tareas abiertas por la Revolución del 52’, la de liquidar el capitalismo de conjunto y poner de pie un verdadero gobierno de los trabajadores, el pueblo pobre, los campesinos y los pueblos originarios. 

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