viernes, 4 de abril de 2014

Sobre los linchamientos (reposteamos lo escrito por diversos compañeros)

Reposteamos lo escrito por diversos compañeros sobre esta cuestión. Para ir a las notas, seguir los hipervínculos de los títulos. 

 

El linchamiento, la patria y el otro



Fernando Rosso
@RossoFer

La literatura argentina, afirma David Viñas, “emerge alrededor de una metáfora mayor: la violación. El Matadero y Amalia, en lo fundamental, no son sino comentarios de una violencia ejercida desde afuera hacia adentro, de la ´carne´ sobre el espíritu”. Era la metáfora literaria del miedo a la “barbarie”, actuando con toda su tosca materialidad sobre los cuerpos de la “civilización”. 
Los discursos políticos y periodísticos del presente argentino emergen sobre un hecho bárbaro y que no tiene nada de metáfora: el linchamiento. La presunta “civilización” ejerciendo la violencia colectiva y cobarde sobre los cuerpos individuales de la supuesta “barbarie”.




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Desde el caso del joven David Moreyra, asesinado en Rosario, los medios dan cuenta estos días de diversas persecuciones a delincuentes (y no-delincuentes), apaleamientos y linchamientos como el de Rosario. Uno de los últimos casos conocidos fue el de “¡No lo linchen, soy Romano!” (aunque ahora que quedó libre por falta de antecedentes… el actor se queja); y así siguiendo… ¿Qué ocurre? “Simplemente”, que la campaña (cuasi permanente) de los medios de “comunicación” acerca de “la inseguridad” caló hondo, y ahora surgen “vecinos”-“ciudadanos” que pretenden hacer “justicia por mano propia” contra “los delincuentes”. Ya el escritor Hans Magnus Enzensberger a comienzos de la década de 1960 señalaba –en su libro Política y delito– que “El criminal, en el sentido tradicional de la palabra, como sigue vigente en el ejercicio judicial, pertenece al archivo mitológico del presente. Hace tiempo que adoptó los rasgos de una figura retórica. Ocupa un lugar en nuestra fantasía que ya no es compatible con su significación real ni con la de sus actividades y que ya no es justificable por lo efectivo de su existencia.” Y agregaba “Por asombroso y enigmático que siga siendo, ¡cuán apasionadamente nos preocupa y con qué enorme aparato nos aprestamos a atacarle! Goza de una popularidad absurda. De los titulares de nuestros periódicos se deduce que un simple caso de asesinato nos afecta y conmueve más el ánimo que una guerra que tenga lugar a cierta distancia”.


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Los linchamientos a presuntos delincuentes se han extendido nacionalmente no solo en los barrios altos como Palermo sino también en zonas pobres como Laferrere. Expresa un elemento importante de descomposición social tanto por las causas que generan el crimen (la miseria y la marginalidad a que es sometida todo un sector del pueblo pobre) como de las respuestas de los “buenos ciudadanos” que se arrogan a si mismos el derecho al castigo. Hay que decirlo claramente, los linchamientos son un brote fascista, que apunta contra los más pobres y le reclama a sus amos (la burguesía y su Estado) que tengan mano dura. Los linchamientos solo pueden alentar el gatillo facíl, la represión a la juventud, el discurso derechista que pide endurecer las penas y por ende la impunidad de las mafias policiales que manejan la delincuencia organizada del narcotrafico, la trata de personas, el robo de automotores y cuanto delito rentable puedan explotar. Por lo dicho anteriormente es una manifestación de la descomposición del aparato de Estado no solo de sus fuerzas represivas sino también de su componente político burocratico completamente ganado por la corrupción.




Las imágenes de brutales linchamientos contra presuntos protagonistas de robos, conmocionaron al país, sobre todo por la muerte del joven trabajador David Moreyra, apaleado por más de 50 personas. Estas espantosas manifestaciones involucran a decenas de personas de Rosario, Santa Fe, Capital y GBA, que intentaron “ajusticiar” a supuestos ladrones, moliendo a golpes y asesinando en banda, luego de una mera evaluación sumaria del rostro y del color de piel


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