sábado, 25 de mayo de 2013

Diez años de kirchnerismo. El triste devenir del intelectual K (o como justificar lo injustificable)



Eduardo Castilla

Las imprentas no han dejado de funcionar para imprimir las miles páginas que dan cuenta de estos diez años. El kirchnerismo posiblemente pasará a la posteridad como uno de los más duraderos movimientos políticos de la historia argentina. De allí que en su momento no hayan faltado quienes llegaron a elucubrar la (bastante) exagerada idea de un “Tercer movimiento histórico”. Pero el declive actual, con los escándalos de corrupción de capitalistas amigos y los límites para emparchar el llamado “modelo”, ponen de manifiesto que no será ese el devenir del movimiento nacido hace una década.
Los balances versan necesariamente sobre todo. Como dice mi amigo Fernando Rosso, se han publicado infinidad de números en los cuáles es difícil no extraviarse. Aquí se escribe un balance desde la izquierda, poniendo sobre el tapete los profundos límites en aquellos tópicos donde el gobierno quiso construir su relato. En este post, humildemente pretendemos trazar algunas líneas sobre la deriva (y la actual crisis) de los intelectuales K, que han sido (y lo siguen siendo) parte fundamental del intento de construcción del relato (o de los múltiples relatos) que contuviera, dentro de los marcos de la coalición gubernamental, a parte importante del progresismo local.

La “tragedia” del intelectual K

Si Milcíades Peña, en su más que recomendable Historia del Pueblo Argentino, apuntó a Sarmiento y Alberdi como figuras trágicas del pensamiento nacional, podríamos tal vez usar la misma figura para los intelectuales K. Peña escribió que “nada hay más iluminador sobre la naturaleza de las clases dominantes argentinas (…) que el desencuentro cada vez más acusado entre ellas y los dos hombres que dedicaron su vida a elaborar un programa de desarrollo nacional”.
Salvando las obvias distancias entre Sarmiento, Alberdi y la actual generación de intelectuales afines al gobierno nacional, podríamos decir que nada ilumina más los límites del kirchnerismo (como fracción política de la clase dominante) que la permanente “traición” a las falsas ilusiones de la intelectualidad K. Pero si Sarmiento y Alberdi murieron alejados de la oligarquía que crecía oliendo a bosta, la actual generación que encuentra una de sus expresiones en Carta Abierta, prefiere aceptar los aromas fétidos con tal de seguir respaldado el “proyecto”. Exploremos algunos tópicos que constituyen nudos del “relato”. Nudos que podríamos calificar de “gordianos”, que no han sido desatados ni lo serán bajo el kirchnerismo.

De la “pelea por la renta” a la (no) “democratización”

Allá por fines del año 2008 Ricardo Forster escribía que “en la Argentina se volvió a discutir la olvidada cuestión de la renta y de su distribución (…) se llegó a revisar el concepto mismo de riqueza”. A pesar de la derrota de la Resolución 125, la épica kirchnerista rebosaba de fuerza. Se venía de la batalla contra la oligarquía golpista. Esa misma que tantas veces había irrumpido en la historia nacional que imponer sus intereses. El kirchnerismo desafiaba a los poderes existentes.
Pero esas batallas por la “igualdad” que debían constituir el núcleo del programa democrático del kirchnerismo pronto empezaron a ser la sombra de sí mismas. Si 2008 fue un año memorable donde se discutió “la renta” extraordinaria de las patronales del campo, 2009 dejó de serlo y ya nunca más volvió al debate. Desde ese año, la renta de la “oligarquía golpista” siguió indemne.
De la batalla por la “renta” se pasó a la pelea contra la Corpo mediática. Esa expresión de “la nueva derecha” en la era de la Sociedad del Espectáculo (al decir de Forster) que anida en los grandes medios de comunicación. Fue la “épica” de la Ley de Medios contra Clarín que tuvo su Waterloo en el 7D. Allí las fuerzas mancomunadas del “modelo”, la juventud militante de La Cámpora y los movimientos sociales se estrellaron contra…una medida cautelar. Como dijimos en su momento nada pasó el 7D y no podía pasar porque la política de “luchar contra la Corpo” se reducía, simplemente, a crear una corporación mediática propia mientras se presionaba a una reestructuración administrativa a Clarín. Clarín no se “puso nervioso”. No era necesario.
Detrás de Clarín estaba la “corporación judicial”. Esa se convirtió en la nueva “batalla ideológica” en defensa de la democracia y contra las corporaciones. Pero esta batalla truncó antes de empezar. Apenas si vimos alguna que otra bala perdida. Como una derrota  auto-infligida, el gobierno pactó con la Corporación judicial garantizando que los fondos millonarios que maneja la Corte Suprema siguieran bajo su control, entre otros pequeños detalles.  
De conjunto, la “batalla por la igualdad” cedió su terreno progresivamente a una mejor negociación con las corporaciones, síntoma del “fin de ciclo K”. Martín Rodríguez en el último número de Le Monde Diplomatique, haciendo un balance del kirchnerismo, afirma que “si el campo es la oligarquía pero lo cuentan como si fueran Los Ingalls, entonces hay que ir por quienes lo cuentan: ¿Qué te pasa Clarín? Y si Clarín es el monopolio de sentido, entonces habrá que serruchar la rama que lo sostiene: el Poder Judicial en el cielo de las cautelares”. Pero “olvida” decir cuál fue el resultado de estas múltiples incursiones del gobierno. El gobierno fue y no fue por todos. Fue por todos y no fue por ninguno. Las “batallas” terminaron en nada. Hoy, la lucha contra la oligarquía sojera es un recuerdo tan del pasado como los aviones Pulqui; el 7D, la fecha de una farsa montada para salir del atolladero de fines del 2012; la “democratización de la justicia”, una ley acordada con la Corpo Judicial para no tocar nada de lo esencial.

La Igualdad en el reino de las abstracciones

Martín Rodríguez dice, en el mismo artículo, que el kirchnerismo inaugura la lógica de la “transición permanente”. Más bien podríamos afirma que, en los últimos años, en las peleas duras, hemos asistido a la “capitulación permanente”. Si, a pesar de eso, los intelectuales K siguen brindando su apoyo, esto conlleva una progresiva fuga de la materialidad. Así, las mismas nociones de igualdad y libertad que pregonan como sustento del accionar del kirchnerismo se encuentran en el reino de las abstracciones.
Diego Tatián, en el último número del Ojo Mocho, afirma que “Lo que ocupa el centro del actual litigio político e intelectual en Latinoamérica es la cuestión de la igualdad”. Pero renglón seguido nos aclara (repitiendo textualmente lo escrito en el libro Lo Impropio) que “Igualdad no es en primer lugar una más justa redistribución de bienes sino un reconocimiento más intenso y más extenso de las personas como fuerzas productivas del pensamiento (palabra en la que incluyo aquí las acciones políticas) acerca de lo justo”. De afirmaciones de esta índole es posible concluir porqué la intelectualidad que se afirma ligada al “modelo” es incapaz de plantear la perspectiva de verdaderas transformaciones que conlleven modificaciones sustanciales de la desigualdad.
Las tres millones de familias que carecen de vivienda propia en el país no estarán felices de entrar en el terreno de la “igualdad” concebida como “reconocimiento de las fuerzas productivas del pensamiento”, mientras CFK goza de la propiedad de 12 departamentos y 6 casas entre otros bienes inmuebles. Tampoco quiénes fueron brutalmente reprimidos en Ledesma y en el Parque Indoamericano sólo por ese reclamo.
El tercio de la clase trabajadora que se encuentra en situación de informalidad, después de diez años de kirchnerismo, no podrá objetar nada mientras se le brinde la oportunidad de “pensar acerca de lo justo” y tenga la “gentileza” de no quejarse ni luchar por sacarse de encima a connotados burócratas sindicales kirchneristas como Gerardo Martínez o Antonio Caló.
Los pobladores QOM del Chaco y Formosa que sufren las brutales represiones de los gobernadores kirchneristas, no dejaran de sentir los terribles límites de esta igualdad pregonada por los intelectuales afines al gobierno, mientras pelean por defender sus territorios ante el avance irrefrenable de los empresarios sojeros, verdaderos “ganadores” del modelo K.
La Igualdad (que se transformó en una fuerza política motriz en la revolución burguesa a fines del siglo XVIII) se vacía así de todo contenido para convertirse en valor etéreo. Esto no tiene nada de sorprendente si se analiza el recorrido del kirchnerismo. A pesar de un crecimiento a “tasas chinas” durante los años 2003-2008 y una recuperación importante durante 2010-2011, los elementos más profundos de atraso no lograron ser revertidos.
Luego de la crisis del 2009-2010, las “tendencias a la igualdad” que tendía a construir ideológicamente el kirchnerismo, dejaron paso al “Nunca menos”, eslogan (o “nombre” como les gusta decir a los intelectuales que aquí criticamos) que puso en evidencia un techo ya construido para el bienestar del pueblo trabajador. El Nunca menos fue el punto final de la batalla por la igualdad. Abusemos una vez más del trabajo del amigo Rosso que en este post da algunos números de la década K que evidencian la falsía del discurso intelectual kirchnerista.  

La Libertad bajo recorte

La intelectualidad kirchnerista construyó su relato de la “Libertad” en estos años bajo un doble postulado: el juzgamiento a los genocidas y la no represión de la protesta social. Estos fueron los componentes de una democracia que, como escribió Forster, recupera el conflicto y la lucha por la igualdad. Contra el “republicanismo” de la derecha opositora y sus intelectuales afines, se trata de una democracia donde “el movimiento, la subversión, la conmoción y los inesperado” son una “fuerza vital” de la misma.
Pero al igual que ocurre en el terreno de la tan mentada pelea por la Igualdad, la Libertad también se fue desdibujando y la “irrupción de lo inesperado” se transformó en un  problema de agenda permanente para el gobierno nacional. El kirchnerismo, volviendo sobre su propio discurso inicial, convirtió a la protesta social y a la acción directa de los trabajadores y demás sectores, en uno de sus blancos favoritos. Basta repasar los discursos de CFK en los últimos  años para encontrar una mención casi permanente condenando los cortes de ruta o los paros del movimiento obrero. Basta recordar aquel discurso de apertura de sesiones del Congreso donde fustigó abiertamente contra los “privilegios docentes” que no son tales. Si en su etapa de gobierno “de desvío” construyó una discursividad que hizo creer, a propios y ajenos, en la posibilidad de un gobierno que no reprimiera la protesta social, ese montaje pasa, cada día más, al baúl de los recuerdos.
Lo evidencia la creciente bonapartización del gobierno nacional, expresada a través del aumento de los mecanismos represivos. La sanción de la Ley Antiterrorista, el creciente procesamiento de luchadores populares, el espionaje de Proyecto X y los policías infiltrados en organizaciones sociales y políticas populares y de izquierda son parte del paisaje en la era K, verdaderos síntomas de la “reversión” de la “democracia con apertura”.
Pero además, y como se ha explicado aquí, el kirchnerismo siguió jugando un sutil juego de equilibrista, apoyado en los viejos poderes consagrados bajo la “democracia menemista”. Allí está la brutal evidencia del asesinato de Mariano Ferreyra, llevada a cabo por las bandas de la burocracia pedracista, no muy distinta a la burocracia que campea en la mayoría de los gremios. Ese asesinato constituyó un crimen en defensa del statu quo de las relaciones laborales impuesto bajo el neoliberalismo e inalterado bajo los casi ocho años (en ese entonces) de gobierno K. Asimismo, la persecución y la represión en las Comunidades QOM por gobernadores que son parte del “proyecto” (y las cuáles nunca fueron claramente condenadas por CFK) expresan ese entramado de relaciones políticas donde anida el poder real bajo el kirchnerismo.
Así, dentro de los enormes límites que impone, de por sí, la misma democracia capitalista, el gobierno que vino a permitir recuperar el papel “del conflicto” se corrió abiertamente hacia el control y el freno del conflicto social, hacia la persecución abierta, hacia la alianza con las burocracias sindicales que todos estos años contuvieron al movimiento obrero y sus luchas.

El “momento de cierre” y la obsecuencia hasta el final

A principios de este año, luego de los afanosos meses que siguieron a los cacerolazos y al enorme paro nacional del 20N, algunos intelectuales K afirmaban “percibimos un inquietante y riesgoso “momento de cierre”, desde el que, por ejemplo, se blanden y exigen posiciones subjetivas de “apoyo incondicional” (…) Exigencia de cierre de la cadena de articulación subjetiva que suele  ampararse en la objetividad de lo hasta aquí conseguido”.
Si en ese momento los intelectuales afines al modelo, rechazaban la exigencia del “apoyo incondicional” los meses que han transcurrido parecen haberlos convencido de lo contrario. Empezamos este post horas antes de que saliera a la luz la Carta Abierta nº13 bautizada, con toda solemnidad, como “Los Justos”. Allí, una vez más ratifican su total compromiso con el gobierno nacional, a pesar de las enormes acusaciones que se tejen en este momento sobre la figura de Néstor Kirchner. Lo que está en juego, por decirlo de alguna forma, es la figura política sobre la cual construyeron un manto mítico de abnegación y de sacrificio.
“El nombre de Kirchner vino a romper una continuidad malsana, vino a desequilibrar la marcha regular hacia la barbarie de un modelo económico-político que, desde mucho tiempo atrás, no sólo venía ejerciendo su poderío sobre la vida material de los desposeídos, sino también había logrado capturar los núcleos más profundos y decisivos de la vida cultural” escribe Forster en la página 20 de Litigio por la democracia. Su nombre “habilitó el regreso (…) de lenguajes emancipatorios extraviados entre las derrotas y los errores”.
Los golpes al nombre de Kirchner son los golpes al relato construido (y reconstruido constantemente) desde aquel 27 de octubre del 2010. El relato que garantizó que la épica, cada vez más degradada como señalamos antes, siguiera moviendo las ruedas del kirchnerismo. La Carta Abierta nº13, sin ambages, señala que ¿Vivimos en sociedades sin corrupción? Esto no es posible afirmarlo. Pero es posible decir que la corrupción más importante (…) es la que ocurre en las grandes transacciones capitalistas en materia de estructuras financieras ilegales, circulaciones clandestinas”. La afirmación es una verdadera acta de acusación contra el kirchnerismo. ¿El gobierno es corrupto? No tiene importancia, hay una corrupción mayor, la de los empresarios. Y los empresarios, que según afirmó repetidas veces CFK, “se la llevan en pala”, ¿al abrigo de qué gobierno pueden actuar de manera corrupta?  
Son preguntas que no serán respondidas. Como tampoco serán respondidas las preguntas por la igualdad material real, las preguntas por la criminalización de la protesta social, sobre la alianza con los Martínez y los Caló, sobre la coalición con los Gioja, los Insfrán y los Capitanich. La intelectualidad kirchnerista ha optado por los conceptos fuertes (Igualdad, Libertad, Justo) a costa de vaciarlos de contenido social. Ha optado por las abstracciones en su objetivo de justificar lo “realmente existente”. Ha optado por la “prudencia y la cautela como cualidades políticas” a costa de no criticar la herencia neoliberal que aún persiste, tras un década “ganada”.
El fin de ciclo kirchnerista trae nuevos actores y nuevas tareas. Si hace una década el kirchnerismo pudo imponerse y constituir una cuerda para salvar al endeble capitalismo argentino, su crisis actual abre la posibilidad de retomar ese camino que iluminaban las barricadas que ardían en Plaza de Mayo en aquellas Jornadas Revolucionarias de Diciembre del 2001. Que esas fogatas vuelvan a arder, con más fuerza y atizadas por los trabajadores y el pueblo, es una tarea impostergable. 

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